El presidente de River Plate, Daniel Passarella, está al borde del abismo. El dirigente optó por la reclusión y el silencio, tras dejar en claro en el caótico domingo en que su club descendió a la segunda división del fútbol argentino que no renunciará a su cargo.
Pero Buenos Aires amaneció este lunes empapelada con carteles pidiendo su alejamiento y comparando su gestión con la cuestionada administración de River de José María Aguilar, que sumió al club en deudas y abrió el ciclo que terminó con la pérdida "millonaria" de la máxima categoría.
Passarella no supo sacar la institución adelante, ni se animó a llevar a cabo la auditoría financiera de gestiones anteriores. Días antes de la catástrofe, intentó dar un golpe de timón y volvió a calzarse la campera de entrenador en un doble comando cuestionado, pero no fue suficiente. Su nombre quedará así en la historia como el presidente que llevó a River Plate a su primer descenso en 110 años de historia.
Este duro revés dañó profundamente la idolatría que sentía por él la hinchada de River, que vio a quien en 1978 levantó la primera Copa del Mundo argentina sumido ahora en la crisis más profunda.
Passarella, de 58 años y que de pequeño confesó que era fanático de Boca Juniors, como toda su familia de la localidad bonaerense de Chacabuco, inició su carrera en River Plate y con los años se convirtió en uno de los máximos referentes históricos del club del barrio porteño de Núñez.
Ganó numerosos títulos con la camiseta "millonaria", llegó a la selección argentina de fútbol, fue su capitán, ganó las Copas del Mundo en Argentina 78 y México 86, jugó en la Fiorentina y en el Inter de Italia y, tras su retiro en 1989, meses después comenzó su etapa como entrenador.
Inició una exitosa etapa como DT de River, pese a haber llegado al banco sin experiencia como entrenador, y fue el trampolín para saltar a la dirección técnica de la selección argentina.
Passarella llegó en diciembre de 2009 a la presidencia de River por una ventaja de apenas seis votos. Propuso cambiar la historia de una administración bajo sospecha con el mismo estricto estilo que tuvo para dirigir a sus jugadores. Pero no lo logró, tomó decisiones erradas, no reforzó un plantel futbolísticamente pobre y terminó en el infierno, el descenso.
Su futuro es incierto. Su mandato vence en 2013 y para forzar su renuncia debe renunciar gran parte de la comisión directiva.
Varios de sus jugadores se irían del club, con sus cotizaciones por el piso, las finanzas pasarán del rojo al incendio con los millones menos que recibirá por jugar en la B y restará aún si River se adaptará a jugar en una segunda división difícil, muy competitiva y con códigos distintos a la primera.
"Voy a resistir. De acá me sacan con los pies para adelante", desafió al salir del club que había quedado convertido en escenario de guerra.
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