En el cielo limpio de nubes de Avellaneda, rojizo por los últimos destellos del sol del domingo, algún que otro avión viajaba placenteramente por encima del Libertadores de América colmado; las turbulencias las sufría Boca en pleno campo de juego ante un Independiente que salió hecho un Boeing 747. El Rojo recuperó de pronto el compromiso, la actitud y -sobre todo- la intensidad que no tuvo en la derrota de la fecha pasada contra Lanús. Fue un comienzo frenético el del local en su estadio. Y Boca salió ileso sin saber por qué en esos primeros 45 minutos endiablados.
Una buena parte de la reaparición del fútbol en Independiente se dio por los regresos de dos jugadores clave: Maximiliano Meza, que cumplió la suspensión, y Martín Benítez, ya al cien por ciento físicamente. Entre los dos, juntos o cada uno por su lado, le devolvieron el fuego al Diablo que hizo de todo menos el gol en el primer tiempo. El visitante se ahogaba entre la marea roja que le llegaba hasta el cuello en cada oleada al área de Andrada.
Entre Silvio Romero, Meza y Benítez se esmeraron en hacerle llegar la pelota a Emmanuel Gigliotti. Y lo lograron con bastante facilidad. El Puma tuvo varias situaciones, pero no resolvió bien el goleador del campeonato. Probó de chilena, de media distancia, por arriba. O la falta de puntería o Andrada le impedían soltar el grito como moño a su gran despliegue ante su ex club, ese del cual se tuvo que ir al fútbol chino.
Boca siempre anduvo un par de marchas menos que su rival. Nicolás Domingo fue una vez más el patrón del mediocampo de Independiente frente a la mala tarde los volantes xeneizes. Julián Chicco estuvo solo y endeble en la contención, Agustín Almendra no marcaba ni jugaba y Fernando Gago deambulaba sin ser incisivo arriba ni firme en el quite.
Benítez, Francisco Silva, Domingo. Uno a uno fueron testeando al arquero de Boca, que se mostró siempre seguro. No lo supo definir el conjunto de Holan. Y el arbitraje de Darío Herrera tampoco le jugó a favor. El árbitro no cobró un penal de Lisandro Magallán sobre el Chino Romero. Pero esa no iba a ser la única jugada errada del juez del partido, que tuvo una noche polémica. Gigliotti, que estaba amonestado le entró fuerte a Julio Buffarini. Era segunda
Habría más horrores del arbitraje… Antes, Guillermo Barros Schelotto decidió mover el tablero y romper el mediocampo nulo de su equipo. Lo metió a Edwin Cardona por Chicco. Y así propuso un ida y vuelta que lo benefició. Empezó a arrimarse a Martín Campaña y en una de esas el colombiano soltó la derecha y clavó el 1-0 inmerecido.
Independiente perdió intensidad pero siguió yendo. Y cuando había encontrado el empate, Herrera volvió a saltar a escena y anuló mal un gol de Meza por una falta inexistente sobre Andrada. El único acierto del juez fue la expulsión de Magallán.
Andrada tapó un par más y hasta Izquierdoz le sacó una en la línea a Britez en un final electrizante que lo dejó como ganador a Boca para que sepa qué hay vida más allá de la final de la Copa.
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