or fin, la espera quedó atrás. Lo que nadie imaginó que podría suceder está a punto de ser un hecho. River Plate y Boca Juniors, los archirrivales emblemáticos de la historia del fútbol sudamericano, serán hoy los actores estelares de la bien llamada “final del siglo”, el superclásico más importante que ostentan ambos clubes en sus registros individuales.
Nunca antes el planeta había acogido un choque semejante. No por nada, los europeos han puesto sus ojos en esta parte del continente y han coincidido en comparar el lance con el tradicional Real Madrid-Barcelona español.
A partir del acontecimiento que se encamine esta tarde (16:00, hora boliviana) y se defina el sábado 24, los motes se anularán o, por el contrario, se pronunciarán con un pincel grueso. Si River gana el trofeo (más los 6 millones de dólares que da la Conmebol), el estigma del descenso que ha cargado durante los últimos años se matizará con la esperada copa.
Si, en cambio, el Xeneize se empapa de gloria, los hinchas millonarios ya no podrán apelar al recurso de tildarlos como “pimenteros” (en alusión directa al gas pimienta que tiró el barra conocido como el Panadero, en un superclásico continental). “Vos sos de la B” y “pimentero” pasarán a un segundísimo plano para el que se adueñe del título histórico.
La Bombonera será el sitio de la ida de la final, en una jornada que (según los pronósticos en la nación vecina) contará con lluvias, lo que impregnará un toque de dramatismo.
En lo que fue una suerte de acción improvisada (en algunos programas deportivos de Argentina lo calificaron como “capricho presidencial”), el presidente Mauricio Macri había dejado en claro su deseo de que los duelos contasen con público visitante. Ello rápidamente quedó descartado. Fueron los propios clubes los que le bajaron el pulgar al Mandatario. Todo se resumió en una anécdota.
Ni la ida de hoy ni la vuelta, la finalísima del sábado 24, tendrán hinchadas visitantes. Esto, a fin de precautelar la seguridad de los presentes, dado el ambiente caldeado que suele generar el superclásico.
Entre el público tampoco estará el DT del Millonario, Marcelo el Muñeco Gallardo. El estratega, de 42 años, deberá cumplir una sanción impuesta por el Tribunal Disciplinario de la Conmebol. En el partido ante el Gremio brasileño, por la vuelta de las semifinales, Gallardo se insertó en el vestuario de sus jugadores, algo que le habían prohibido debido a un castigo anterior.
Absoluto control caerá sobre el director técnico. Incluso existió la posibilidad de que el ente organizador bloqueara la señal de telefonía celular en el camarín del visitante.
Sobre la imposición, el presidente de River, Rodolfo D’Onofrio, encaró ayer al titular de la Confederación, Alejandro Domínguez. En una rueda de prensa, el directivo sostuvo que, en Argentina, solo los antisociales tienen “acceso restringido” a determinados sitios. La apelación a la sanción de Gallardo (cuatro encuentros suspendido) ya fue encaminada. Todavía no hay respuesta.
A River le hará falta su máxima cabeza. Desde 2014, el nacido en Merlo se afianzó con determinación en sus funciones, lo que le abrió las puertas al cariño de la hinchada debido a su efectividad. Sus pergaminos son los que siguen: ganó la Libertadores 2014, la Sudamericana 2015, dos copas Argentina y una Supercopa Argentina.
Pero el DT tuvo tiempo para consolidar un trabajo adaptado a sus condiciones. A su ausencia se sumará la del capitán Leonardo Ponzio, la columna vertebral del visitante.
Boca, el dueño de casa, encarriló su paso hacia la final luego de cortarle la continuidad a Libertad de Paraguay (2-0 y 2-4), al Cruzeiro (2-0 y 1-1) y al Palmeiras (2-0 y 2-2), estos últimos de Brasil.
“Tanto Boca como River han puesto al fútbol argentino en un lugar donde nunca había llegado. Más allá de lo que pase, hoy el mundo habla de esto y, la verdad, es un logro muy importante”, hiló el estratega del Xeneize, Guillermo Barros Schelotto.
El mellizo, que trabaja en coordinación con su hermano Gustavo, quiere sacarse el prejuicio que carga en su espalda: la prensa de su país siempre saca a la palestra el hecho de que en el “mano a mano” con Gallardo, la suerte no lo suele acompañar.
Sin embargo, su campaña en la Copa ha estado munida de brillo. Si el conjunto riverplatense explota su juego colectivo y lo muestra como su mayor virtud, el azul y oro encuentra en su capacidad ofensiva a su arma más letal.
De ahí que todo pueda suceder y en la tentativa de lanzar apuestas, las fichas caigan del lado adverso. Estilos distintos, potencialidades en diferentes zonas y conductores (Marcelo y Guillermo) audaces, también opuestos en sus propuestas.
Intentar calmar “las aguas” ha sido la misión de ambos clubes durante los últimos días. Es que al clima tenso que vive la sociedad argentina, aquejada por los ajustes y la devaluación escandalosa de su moneda, se le suma ahora un apartado futbolístico especial que (muchos lo temen) levanta la bandera de posibles choques extradeportivos.
Las barras bravas de la nación vecina comparten historiales que manchan la “intención de paz”. Es por ello que la premisa de regresar a tener público visitante en los duelos de dicho territorio es poco más que un deseo.
En la cancha, el que impartirá justicia será el chileno Roberto Tobar, juez con antecedentes que encienden las alarmas en ambos equipos: en lo que va de 2018, el trasandino mostró 43 tarjetas amarillas en nueve partidos correspondientes a torneos internacionales. El dato asusta. River tiene a Maidana, Pérez, Pinola, Pratto, Santos Borré y al Pity Martínez “en capilla”. Boca debe cuidarse con Pavón, Pablo Pérez, Nández y Olaza.
Jugadores descollantes si los hay, el Millo cuenta con el Pity, el jugador que toca su “locura máxima” en el gramado. De ello dio muestras en la vuelta ante el Gremio, cuando se paró frente al arco de Marcelo Grohe, clavó la pelota con un disparo incontestable y dio vuelta el resultado (1-2).
Boca confía en el Pipa Benedetto, que volvió con jerarquía de una lesión en el bíceps femoral.
Boca Juniors
Agustín Rossi
Leonardo Jara
Carlos Izquierdoz Lisandro Magallán Lucas Olaza
Nahitan Nández Wilmar Barrios Pablo Pérez
Cristian Pavón Ramón Ábila
Darío Benedetto
Entrenador:
Guillermo Barros Schelotto
River Plate
Franco Armani Gonzalo Montiel Jonathan Maidana Javier Pinola
Milton Casco
Exequiel Palacios Enzo Pérez
Bruno Zuculini
Gonzalo Martínez Lucas Pratto
Rafael S. Borré
Entrenador:
Marcelo Gallardo (reemplazado por Matías Biscay)
A Estadio: Bombonera
A Árbitro: Roberto Tobar (Chile)
A Colaboradores: Christian Schiemann y Claudio Ríos
A Público: 48.000 espectadores
A Hora: 16:00 (hora boliviana)
A Instancia: Final (ida)
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