Superado su último compromiso en la Superliga argentina, Ríver y Boca enfocan sus objetivos hacia Madrid, en una semana decisiva, que acabará por consagrar a uno de los dos en la Copa Libertadores más polémica de la historia.
Pese a que no eran partidos menores y a que ambos precisaban la victoria para no perder de vista a Racing, la decimocuarta fecha del campeonato argentino quedó “infectada” por la Libertadores.
En el Monumental, lugar donde Ríver regresó para jugar en domingo por primera vez en 231 días, la Libertadores se coló por cada rendija. Inundó los graderíos, donde la afición protestó contra los ultras que apedrearon el autobús de Boca hace una semana (“que se vayan todos, que no quede ni uno”), contra el presidente del país, Mauricio Macri, y, sobre todo, contra la Conmebol.
Con sus pancartas boca abajo, 35.000 hinchas -algo más de media entrada- hicieron visible su malestar por la decisión de trasladar el partido de vuelta de la final a 10.000 kilómetros de su sede.
Sobre el campo, Ríver se impuso con un equipo de suplentes a Gimnasia y Esgrima (3-1), que entre semana lo había eliminado de la Copa Argentina.
Luego, el técnico Marcelo Gallardo utilizó la rueda de prensa para quejarse -”Le robaron la localía a los hinchas”-, pero también para arengar a los suyos. “Nos dañaron el espíritu, pero eso nos hará más fuertes”. “Hemos perdido mucho y tenemos mucho para ganar”, clamó.
En Avellaneda, Boca superó un complicadísimo (y también polémico) choque contra el Independiente. Guillermo Barros Schelotto utilizó a seis de los jugadores que iban a ser titulares el 24 de noviembre, cuando fue apedreado su autobús, y comprobó el buen momento de Esteban Andrada, el guardameta que se fracturó la mandíbula y ha tenido más tiempo para confirmar su recuperación.
Boca se impuso 0-1 con un gol del colombiano Edwin Cardona, un jugador que parece apurar sus últimos días en el “xeneize”.
Con la vista puesta en el Santiago Bernabéu, Barros Schelotto mostró su hastío por todo lo que ha rodeado a la final de la Libertadores. “Hace 30 días que estamos preparando la revancha y la final no sabes si se juega o no, o en dónde. Llegas a las 11 de la noche con la cabeza quemada. Se extendió demasiado”.
Ríver viajará a Madrid pendiente del estado físico de Ignacio Scocco, Rodrigo Mora y el colombiano Juan Fernando Quintero y Boca trata de recuperar a Cristian Pavón, lesionado en el partido de ida, y observa la evolución del delantero Wanchope Ábila, con una sobrecarga, mientras ilusiona al “Apache” Tevez, con la posibilidad de celebrar su partido 200 con los “xeneize” en la final.
Pese a la negativa de jugar el partido en la capital española por parte de los dos clubes, ambos viajarán esta semana a Madrid.
Ríver se hospedará en la Castellana, una de las arterias principales de la capital a algo más de dos kilómetros del estadio Santiago Bernabéu. El equipo de Gallardo se entrenará en Valdebebas, la ciudad deportiva madridista.
Boca vivirá cerca de la estación de trenes de Chamartín, también a unos tres kilómetros del estadio y se preparará en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas, la sede de la selección española.
A cinco días de la final, Madrid aguarda el desembarco argentino y se prepara para un partido que agotó en pocas horas las 7.000 entradas puestas a la venta por el Real Madrid, lo que ha alimentado la reventa en internet.
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