Más locos que nunca por el fútbol, millones de hinchas viven en Argentina la cuenta regresiva de los choques de la final de la Copa Libertadores entre Boca Juniors y River Plate, los dos más grandes superclásicos en un siglo.
Los sábados 10 y 24 de noviembre se jugarán dos partidos no aptos para cardíacos por la pasión, el delirio y el desborde que provoca ver en una cancha a los colores azul y oro de los “xeneizes” frente a los albos con la banda roja de los “millonarios”. Por primera vez desde 1960, cuando comenzó a jugarse la Libertadores, disputarán en una final el trofeo que sus aficionados más desean.
Desde afuera también se ve claro: el periódico británico The Observer dijo alguna vez que “uno no tiene derecho a morirse sin haber visto, al menos una vez un Boca-River”.
Otro periódico del Reino Unido, The Sun, lo calificó de “la experiencia deportiva más intensa del mundo”. Un editor de la revista World Soccer Magazine dijo que es “insuperable por ningún otro en el mundo por su pasión e intensidad”.
Jamás habían jugado por el título los dos clubes más populares del país sudamericano. La Conmebol organizaba las llaves para que la final fuese siempre entre equipos de países distintos. El año de 2018 será histórico.
Los riverplatenses eliminaron a los brasileños de Gremio de Porto Alegre (0-1 y 2-1) y los boquenses a Palmeiras de Sao Paulo (2-0 y 2-2). Los planetas se alinearon para chocar. Primero será en la mítica Bombonera boquense y después en el legendario Monumental riverplatense.
Quita el sueño
Los dos presidentes, Rodolfo D’Onofrio, de River y Daniel Angelici, de Boca, se esforzaron en poner paños fríos al descontrol fanático. “Convocamos a simpatizantes, hinchas y socios a vivir esto como una fiesta popular, somos rivales no enemigos”, dijeron en un comunicado conjunto.
Pero la excitación está desatada desde que se confirmó este verdadero “hiperclásico”. Ni el presidente de Argentina, Mauricio Macri, pudo sustraerse a la tensión. “No voy a dormir por esto”, dijo en público.
Exitoso expresidente de Boca, Macri intentó que se permitiese a los hinchas visitantes concurrir a los dos estadios. “No me quiero hacer cargo de una muerte”, dijo D’Onofrio. Angelici coincidió. Se jugará sin visitantes.
La presencia de la gente de la visita está prohibida desde 2013 para evitar la violencia. En los últimos 50 años murieron 305 hinchas, cuatro de ellos este año, según la ONG Salvemos al Fútbol. Una quinta muerte que se investiga es la de un joven asesinado hace una semana cerca del céntrico Obelisco en una aparente discusión por la superfinal.
En un barrio de la ciudad nordestina rural de Apóstoles, un hincha denunció que su excuñado le incendió la casa tras pelearse por Boca-River. El acusado está prófugo.
UN ENCUENTRO ELECTRIZANTE
“De la misma forma en que el coronel Aureliano Buendía ansiaba conocer el hielo para, de una vez por todas, saciar su curiosidad, empezar con buen pie ‘Cien años de soledad’ y postular a Gabriel García Márquez como futuro Premio Nobel, yo ansiaba ver un River y Boca”, dijo una vez el escritor y humorista Roberto Fontanarrosa.
Dicha pasión se refleja en la locura por los tickets. Las plateas en la Bombonera que costaban en partidos de Copa el equivalente a unos 90 dólares se revenden ahora en internet a 5.000 dólares.
Un 40% de los hinchas en Argentina son de Boca y un 30% de River.
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