Hay una palabra que suele utilizarse con demasiada liviandad en el fútbol moderno. Hoy, crack se le dice a cualquiera.
Basta un caño, una gambeta, un gol, una jugada que rompa los esquemas para recibir ese calificativo que tiempo atrás sólo era un apelativo de los elegidos. Y la cuestión quizá tenga que ver con la falta de inspiración que tienen la mayoría de los equipos. No obstante, hay un futbolista que llegó a nuestro país para poner las palabras en su lugar. Se trata de David Trezeguet.
Un crack con todas las letras.
Un señor jugador. El salto de calidad que necesita River para volver a Primera. A fin de cuentas, el único intocable para Matías Almeyda y para esos fanáticos millonarios que poblaron las tribunas en Núñez y que hasta la media hora del complemento fueron presas de la incertidumbre.
El Pelado observó que dos de las puntas del promocionado tridente no funcionaban y no dudó en patear el tablero. No le importó que se tratara de los dos máximos referentes del plantel. El técnico prescindió de Alejandro Domínguez y Fernando Cavenaghi. El Chori se fue masticando bronca entre los insultos de gran parte de los hinchas que habían pedido a gritos el ingreso de Martín Aguirre. El capitán, con la cabeza gacha.
Entonces, creció la figura de Trezeguet, autor de los últimos dos goles, el tercero una maravilla, para desgarrarse la garganta gritándolo. “Hasta el final no me quedó ninguna”, reconoció el franco argentino, que no se refugió en el logro personal.
Por el contrario, ponderó el ingreso de Aguirre, Villalva y Rogelio Funes Mori: “Quiero hacer una mención especial de los muchachos que entraron en el segundo tiempo. Lo hicieron de manera positiva. Es fundamental para el grupo que los que juegan menos den el máximo y ellos fueron determinantes”.
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