El apodo de “Sicario” se choca de frente con su cara de paraguayo bonachón. Lejos de ser un abonado al juego fuerte, Robert Rojas tiene apenas una expulsión en los 83 partidos que disputó en su carrera. La rudeza no es un rasgo que lo distinga, pero sí la velocidad, la personalidad y el coraje. Defensor de espíritu ganador, tiene obnubilado a Marcelo Gallardo, quien quedó más que conforme con sus destacadas actuaciones ante Rosario Central y Banfield. Con apenas cuatro encuentros vestido con la banda roja, ya comenzó a poner en jaque a la certeza de que Lucas Martínez Quarta y Javier Pinola conformaban la dupla de marcadores centrales titulares luego de la ida de Jonatan Maidana al Toluca.
“A ‘Sicario’ me lo puso un compañero de Guaraní cuando fui a mi primera pretemporada. Ellos me iban a pelar y me puse muy serio. Entonces uno de ellos dijo: ‘Este tiene cara de sicario'”, afirma y enseguida aclara: “No tengo problemas con que me digan así”.
Cerca de cumplir 23 años (el 30 de abril), llegó a River el mes pasado después de haberse iniciado en Guaraní, que recibió 1.250.000 dólares por la mitad de su pase. Por lo que ya se vio de su juego, la sensación es que River hizo un gran negocio al contratar a un defensor con tanto potencial a una edad más bien breve. “Cuando me dijeron que venía a River, me puse a llorar”, confesó al llegar a Buenos Aires y antes de firmar un contrato hasta junio de 2023.
Versátil, puede jugar de primer marcador central, de lateral derecho y tiene unas características ideales para desempeñarse como último hombre en una línea de tres en el fondo, tal la posición en la que lo utilizó Gallardo en el 1 a 1 frente a Rosario Central en el Gigante de Arroyito. Mide 1,77 y también se destaca por sus cualidades para el juego aéreo.
La velocidad y la capacidad que muestra para salir a cruzar a los costados o para los anticipos lo vuelven un jugador a la medida de las necesidades del “Muñeco”. De hecho, en el 1 a 1 del último domingo frente a Banfield fue el abanderado de la búsqueda ofensiva de su equipo cuando estaban abajo en el marcador. Siempre concentrado, recuperó muchas pelotas en su campo y en el de Banfield, a la vez que dejó en claro que también se destaca al marcar uno contra uno: es difícil de pasar. Y su empuje permanente resultó vital para que River alcanzara la igualdad sobre el final del partido. Cada vez que intervenía, Gallardo realizaba gestos de aprobación, muy conforme con su nivel de juego.
Nacido en Concepción, una ciudad paraguaya de poco más de 83.000 habitantes que queda a 417 kilómetros de Asunción, tiene una historia de vida llena de sacrificio. De chico ayudaba a su padre, Nicolás, a cortar el sésamo y a plantar zapallo y mandioca en la chacra familiar. Y en las vacaciones, cada vez que volvía a su pago chico desde Asunción, también vendía sombreros de paja en el almacén de la familia, sólo para ayudar a sus padres.
Ya fue convocado al seleccionado paraguayo y el año pasado recibió una distinción como el mejor defensor del fútbol de su país, tras ser una de las figuras de Guaraní en la campaña que desembocó en la obtención de la Copa Paraguay.
Su debut en la Primera de Guaraní se produjo en 2017 y hasta su desembarco en River había jugado 79 partidos, en los que había anotado cinco goles. Francisco Arce, el anterior técnico de Paraguay (el actual es Eduardo Berizzo), lo llevó al banco de suplentes en la victoria 3 a 0 sobre Chile, en el marco de las Eliminatorias para el Mundial de Rusia 2018. Arce, justamente, fue quien lo promovió a la Primera División cuando jugaba en Guaraní y lo puso de lateral derecho.
En las divisiones inferiores jugaba de “cuatro” y también como primer marcador central. En Guaraní incluso le dieron la cinta de capitán a los pocos meses de debutar, evidencia de que su crecimiento se dio a pura velocidad. “A los rivales hay que respetarlos, pero no temerles”, suele afirmar, valiente como buen central “guaraní”.
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