Su documento dice que nació en Rouen, Francia, hace 34 años. Pero David Trezeguet afirma que se siente más argentino que francés: pasó su infancia en Villa Martelli, el lugar adoptivo donde aprendió a querer a River. Hizo las inferiores en Platense y, después de jugar cinco partidos en Primera División, pasó al Mónaco. Tenía apenas 17 años y fue el comienzo de una carrera brillante realizada lejos de casa: fue ídolo en Juventus, ganó la Eurocopa 2000 y el Mundial de Francia 1998 con el anfitrión y después pasó por Hércules de España y Bani Yas de Emiratos Árabes. Muchos entonces lo creyeron en la curva descendente de su carrera, pero el deseo cumplido de vestir la camiseta de River está siendo una suerte de relanzamiento para él.
Recupera la pasión. "En River recuperé las ganas de jugar”, dice durante la charla con Clarín. Si adentro de la cancha se destaca por sus movimientos de gacela y por su voracidad goleadora, afuera también hace la diferencia: a contrapelo de lo que es habitual entre la mayoría de los futbolistas, se compromete con las preguntas, reflexiona, en fin, intenta responder a conciencia.
¿En River recuperaste el espíritu amateur? "Volví a un fútbol del que me fui muy joven. Hablando de manera sana, recuperé la agresividad, el hablar en los partidos, el diálogo con los rivales. Insisto: siempre de buena manera y tratando de ser constructivo para mi equipo. Estoy descubriendo eso, y me gusta".
¿Ya terminaste de adaptarte o seguís en esa etapa?. "La adaptación fue buena pero sigo conociendo. No tanto a mis compañeros, a los que ya conozco, pero sí al campeonato. En los partidos que jugué, los rivales fueron muy diferentes. Me di cuenta de que va a ser un campeonato difícil para nosotros por lo que es River, lo que representa, la presión que hay, lo mediático".
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